Cuando se pasea por Éfeso es inevitable preguntarse acerca del tiempo y del olvido. Sus calles perfectamente delimitadas nos hablan de gente que las paseó (y las pasea porque tiene mucho turismo), de reuniones políticas y populares, en definitiva de una ciudad que vivió su apogeo. Nuestros pasos nos conducen al pritaneo donde se guardaba el fuego de Hestia, cada polis custodiaba en este lugar una llama que no podía apagarse. Era un fuego comunitario que si bien tenía una connotación religiosa como respeto a sus dioses también simbolizaba el hogar público. Ahora ya nadie cuida del fuego, todo son ruinas que gritan su historia a todo aquel que las presta atención.
Entre todos los edificios de la ciudad debió destacar y lo sigue haciendo la biblioteca de Celso. Sólo se conserva su fachada pero ¡qué fachada! Impresiona por su monumentalidad pero también por esa desnudez clásica que otorga el mármol blanco.
¿Cómo una ciudad tan desarrollada ha podido quedarse en ruinas? ¿Cómo no simplemente evolucionó? ¿Podrían nuestras ciudades actuales verse así algún día? Así seguro que no porque nuestras ruinas serán mucho más feas y llenas de plástico. ¿Cuál podría ser el detonante para que abandonásemos nuestras ciudades?
A la afueras de Éfeso, en la actual ciudad de Selcuk, nos encontramos con la única columna del templo de Artemisa que ha sobrevivido al paso del tiempo. El Artemisión fue una de las siete maravillas del mundo antiguo y así lo describieron los que tuvieron la suerte de verlo: “He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande.” Antípatro de Sidón.
En el museo arqueológico de Selcuk se pueden ver piezas encontradas en Éfeso y lo más impactante son dos estatuas de la diosa Artemisa que debieron estar en su templo. Se la representa grande, fuerte, como diosa de la caza y la guerra que es pero a la vez diosa de la fertilidad, que da y quita la vida, indomable y salvaje. Me cae bien esta diosa.